Minecraft billionaire complains about being rich

Being rich isn't all it's cracked up to be, according to Minecraft billionaire Markus Persson.Beyoncé ha perdido la guerra de pujas contra Markus Persson, creador de un videojuego millonario, por la compra de la mansión más cara de Beverly Hills. Tanto la cantante como el cerebro que se esconde tras el éxito de Minecraft deseaban hacerse con la majestuosa casa que la semana pasada puso en venta el magnate Bruce Makowsky por 70 millones de dólares, unos 57 millones de euros. Hasta cuatro personas se interesaron por su residencia, la cual adquirió hace tan solo dos años por 12,7 millones de dólares (9 millones de euros).La revalorización de la mansión que deseaba la reina del R&B y que finalmente ha ido a manos del genio de los videojuegos de 35 años ha sido impresionante. Se debe a la pasión dedicada por su anterior propietario, Bruce Makowsky, empresario inmobiliario, a la hora de decorar sus grandes estancias, repartidas en 7.000 metros cuadrados.Pese a que Beyoncé es considerada la cantante más poderosa y mejor pagada del 2014 no ha tenido nada que hacer con la inmensa fortuna que amasó Persson con el éxito cosechado por su videojuego. En tan solo seis días cerró el trato y sentó a Beyoncé en el banquillo. “Un tiempo récord” para una negociación de estas características, como así asegura a distintos medios John Aaroe Group, la inmobiliaria que ha gestionado la venta de la deseada mansión con vistas al océano Pacífico.Si la vivienda de por sí ya es bastante jugosa, su interior es casi más valioso para los compradores. Se ha vendido completamente amueblada con todo lujo de detalles, lo que incluye obras de arte cuyo valor de mercado alcanzan cifras millonarias. También seduce el hecho de que tenga ocho habitaciones, un comedor diseñado por Roberto Cavalli en el que se pueden sentar cómodamente 24 comensales, 15 baños valorados en 68.000 euros, una sala de cine privada, control interactivo de las ventanas, fuentes y demás dispositivos a través del iPad, una colección de sofás de cuero de la firma Bentley, una réplica de la moto del icónico actor James Dean o televisores de 90 pulgadas. Y, por supuesto, una gran piscina con vistas privilegiadas a Los Ángeles.: Minecraft billionaire Markus Persson

In a series of tweets over the weekend, the video game designer bemoaned the loneliness, isolation and lack of motivation that large wealth can create.
"The problem with getting everything is you run out of reasons to keep trying, and human interaction becomes impossible due to imbalance," he tweeted.
"Hanging out in ibiza with a bunch of friends and partying with famous people, able to do whatever I want, and I've never felt more isolated."
He also wrote that employees of his company "hate me now" and that he found a "great girl, but she's afraid of me and my life style and went with a normal person instead."
Media outlets around the world seized on the tweets, calling Persson depressed. The billionaire again took to Twitter on Monday morning to defend his comments, saying, "fwiw, while there are articles about my depression because I had a bad day and vented on a trend I saw, I'm sitting here having a nice day."
Regardless of whether his tweets were momentary venting or a sign of deeper malaise, Persson's comments reflect some of the lesser-known downsides of a massive windfall, or "sudden wealth syndrome."
This has been known to occur among founders who sell their companies (Microsoft acquired Minecraft last year).
Entrepreneurs who are naturally driven to create, build, innovate and work around-the-clock realize their dream upon selling their company. But once they do, they sometimes find themselves flush with cash but deficient in purpose.
What's more, being rich allows someone to disengage from the hoi polloi and live in peace on the top of the mountain. But that peace can also be isolating.
Add to that the distrust that can come with being rich—as some assume everybody wants something from them—and being rich can quickly become its own form of prison.
Though many will not take pity on others' riches, Persson's comments offer an important lesson: When it comes to large wealth, be careful what you wish for.


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